La clave está en el equilibrio.
Puedes comenzar con una base neutra: paredes en blanco roto, alfombras color lino, cortinas en gris suave. Sobre ese lienzo, introduce toques de colores tierra que aporten profundidad y calidez. Un sofá en tono camel, cojines color arcilla o una manta color canela transformarán la habitación en un abrazo visual que invita a quedarse.
Los materiales también juegan un rol importante.
Madera, lino, cerámica artesanal y lana gruesa complementan perfectamente esta paleta, creando una atmósfera acogedora pero con carácter. Piensa en texturas que abracen, que sumen capas, que te hagan sentir en calma. No se trata solo de decorar, sino de construir un refugio sensorial.
¿Y la iluminación? Vital.
Aprovecha al máximo la luz natural durante el día y opta por lámparas con luz cálida al caer la tarde. El dorado suave de la iluminación artificial hará resaltar aún más los tonos tierra, potenciando esa sensación de elegancia serena que tanto buscamos en invierno.
Combinar colores tierra y neutros no es solo una tendencia: es una declaración de estilo. Habla de conexión con lo esencial, de belleza sin artificios, de armonía con lo natural. Este invierno, atrévete a crear espacios que no solo te abriguen del frío, sino que también te llenen de paz y belleza.
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